ATejiendo Los Fragmentos
Dispersos de la Historia de Puerto Rico@
Victor M. Rodríguez Domínguez
(Departamento de Estudios Chicanos y Latinos,
California State University, Long Beach, victor.rodriguez@csulb.edu)
Cesar Ayala and Rafael Bernabe. 2007. Puerto Rico in the American century: A History Since 1898.
Chapel Hill:
University of North Carolina Press.
Todas las nueva generaciones
intentan definirse en relación a las generaciones anteriores, en ocasiones, el
proceso incluye rechazar o re-escribir las memorias heredadas y compartidas. En
el mundo académico puertorriqueño las nuevas generaciones de intelectuales
también re-interpretan el legado histórico y los marcos de referencia que le
dieron sentido a las generaciones que le precedieron. Muy a menudo, en nuestra necesidad de
distanciarnos de las metodologías, interpretaciones y marcos teóricos, a veces
desechamos, no tan solo la paja pero también el grano. Lamentablemente, para
afirmar nuestra perspectiva de que aramos en terreno virgen, perdemos de vista
que lo que construimos está imbuido de sabiduría heredada.
Afortunadamente, en los
momentos mas necesarios, se nos asoman en el horizonte obras que nos recuerdan
que no todo lo novedoso es nuevo y que las experiencias, interpretaciones que
le dieron sentido a generaciones pasadas eran ventanas a verdades que en su
momento contribuyeron a una mejor comprensión de los procesos sociales. Luego de más de una década de pesimismo y de
una febril estampida donde todas las vacas sagradas de nuestra cultura, historia
y política han sido desmenuzadas y atacadas, es refrescante contemplar un
ejemplo de trabajo intelectual edificante que re-evalúa el pasado y el presente
sin necesidad de botar fuera de borda los legados teóricos e interpretativos
que dieron base a una mejor comprensión de lo que es Puerto Rico hoy día.
Cesar Ayala y Rafael Bernabé,
en su enciclopédico trabajo nos demuestran la receta que permite aquilatar las
interpretaciones históricas, los análisis culturales y políticos del pasado sin
perder de vista como se construye la zapata de un nuevo proyecto histórico para
nuestra patria. En 342 abultadas páginas nos ofrecen la más amplia y abarcadora
reevaluación de las más importantes tendencias en el análisis cultural,
histórico, político y económico puertorriqueño desde el 1898. En cierta medida,
Ayala y Bernabé han logrado lo imposible, como conectar las variadas hebras del
tapiz de la formación social puertorriqueña y a la vez proveernos un marco de
referencia teórico que le da sentido a las partes. Si la tendencia en los
últimos años entre los intelectuales puertorriqueños ha sido la visión
fragmentada, pesimista e iconoclasta de nuestro acontecer histórico, cultural
económico y político, Ayala y Bernabé nos proveen un atisbo a otro modo de
imaginarnos.
Ambos investigadores en cierta
medida representan una parte importante de la realidad de la experiencia
puertorriqueña hoy día. Ayala, catedrático asociado en sociología en la
Universidad de California en los Ángeles, Bernabé, catedrático y director del
Centro de Estudios Hispánico Federico De Onís de la Universidad de Puerto Rico,
recinto de Río Piedras. Y aunque podemos detectar en ocasiones los capítulos
donde uno u otro tuvieron una mayor participación en su redacción, realmente
logran una totalidad que representa un conjunto muy bien balanceado.
El libro, está dividido en
quince capítulos, que nos describen desde el trasfondo histórico, económico,
cultural y político de la invasión norteamericana hasta los debates
contemporáneos desde las perspectivas marxistas, neo-marxistas, nacionalistas,
neo-nacionalistas y las que han producido los modos de interpretación y visión
de mundo llamados post-modernismo y estudios post-coloniales. Los autores han
escogido cuidadosamente las figuras, obras y perspectivas puertorriqueñas más
importantes en los últimos 109 años bajo el imperio norteamericano. También han
logrado entretejer, en momentos estratégicos, la experiencia y las visiones de
mundo que se conformaron en la diáspora puertorriqueña en los Estados Unidos.
Un trabajo tan extenso como este no puede recibir la justipreciación que se
merece, es por eso que resaltaré aquellos aspectos que más me llamaron la
atención.
Lo realmente novedoso, pero no
iconoclasta, que caracteriza este libro es como nos provee una perspectiva que
conecta la vida cotidiana con los cambios sistémicos del capitalismo. De forma
cuidadosa los autores no caen en un determinismo económico sino que proveen un
espacio para el desfase o ruptura que se da entre la cultura y los cambios económicos.
Nos proveen una taxonomía de periodos históricos que revela aspectos nuevos de
nuestra vida social, cultural, económica y política desde las calles de San
Juan hasta los barrios boricuas en los Estados Unidos. En un lenguaje claro, no
obtuso, como muchos textos post-modernistas, los autores nos proveen un
análisis e interpretación que aún el mismo Jacques Derrida pensaría es una
respuesta ponderada a su reciente libro el AEspectro de Marx.@ En este libro Derrida invoca
el espíritu radical de Marx en un momento en que el capitalismo salvaje se
vanagloria de sus éxitos. Por otro lado los post-modernistas puertorriqueños
parecen haberse convertido en el coro Griego que le acompaña al capitalismo
triunfante afirmando que ya no hay ideologías solo el capitalismo perpetuo.
La justa apreciación del rol
del imperialismo en Puerto Rico no los lleva a una visión monolítica del mismo.
Tampoco, los lleva a la perspectiva del Aimperialismo bobo@ que comparten de forma
variada y contradictoria los seguidores de Luis Muñoz Marín e irónicamente
algunos escritores desde la perspectiva post-modernista. No todo lo que está
mal en la formación social y la experiencia puertorriqueña es producto del
colonialismo. Pero ignorar el rol del capitalismo en su etapa mas depredadora
es ignorar la forma como el contexto tiende a proveer y/o limitar las
alternativas a la que han tenido y tienen acceso los puertorriqueños en su vida
política, cultural, económica y social.
Recientemente la intelectual filipina Delia D. Aguilar en una
conferencia reciente de estudios étnicos en los Estados Unidos, apuntaba la
forma irreflexiva en que los intelectuales post-modernistas aclamaron el libro
de Michael Hardt y Antonio Negri, AImperio@ que le sirve de contrapeso al
esfuerzo que realizan Ayala y Bernabé. Estos últimos entrelazan de forma
cuidadosa el análisis económico y los otros análisis de las otras esferas de la
vida humana sin que ninguna esfera pierda su autonomía y dinamismo. Pero evitan
caer en el error garrafal en que cayeron Hardt y Negri cuando concluyeron que
el imperialismo ha sido substituido por un imperio descentralizado,
fragmentado, donde la nación/estado ha desaparecido como categoría de análisis.
Esta hipótesis fue totalmente devastada por lo eventos del 11 de septiembre, la
presidencia imperial y la guerra en Irak. Hardt y Negri además se burlan, del
nacionalismo y los movimientos de liberación nacional como retrógrados, y ven
el mundo como uno donde las clases proletarias se han convertido en multitudes
(o en masa a lo Ortega y Gasset o Areguerete@ a lo Muñoz). Los post-modernistas parecen haber caído en
la alegórica caverna de Platón y se encuentran cegados por las imágenes
fantasmagóricas perdiendo de vista los procesos reales que se desarrollan en el
mundo.
La recuperación de las
contribuciones de escritores y analistas que por las nuevas modas habían caído
en el olvido y el desuso (con la honrosa excepción de algunos intelectuales
puertorriqueños) es otra contribución que nos hace este libro. Las figuras de
Rosendo Matienzo Cintrón, Nemesio Canales y Luis Lloren Torres son recuperadas
y puestas de nuevo en el tablado del análisis cultural, político e histórico
puertorriqueño. Y realizando este necesario proceso de desempolvar estas
figuras históricas nos ofrecen una visión más certera mas profunda de las
divisiones que existían al interior de la elite puertorriqueña. En cierta medida, incorporan, conectan estas
perspectivas, con la re-evaluada historia de los de abajo en una interpretación
historica que incluye la complejidad estructural de la sociedad puertorriqueña
en lo que ellos llaman el ASiglo Americano.@
Nuestro perpetuo debate sobre
la identidad puertorriqueña, recibe un muy bien balanceado tratamiento que
incluye voces a las que usualmente no hemos oído recientemente en este
contexto. Particularmente resaltan los escritores a Rubén del Rosario y Nilita
Vientós de Gastón, personas cuyo análisis cultural nos impresiona por su
capacidad de proveer una visión maleable y porosa de la identidad
puertorriqueña, a la vez de servir de fundamento para lo que los autores llaman
una perspectiva critica, no nacionalista del colonialismo norteamericano.
Otros debates históricos, por
ejemplo el carácter de las partidas sediciosas a principio del siglo veinte,
también reciben una merecida atención de Ayala y Bernabé. En momentos en
que nos sentimos intrigados por las
variadas interpretaciones de la forma en que los puertorriqueños acogieron al
invasor, los autores nos proveen un análisis balanceado de las fuentes que
conocemos sobre este fenómeno que se aleja de los análisis nacionalistas o
neo-nacionalistas sobre el carácter de estos focos de insurrección.
Pero en algunos casos el
análisis adolece de una más profunda interpretación de hechos y figuras
históricas. Por ejemplo, al analizar la anomalía que representa que una republica democrática
gobierne sobre una posesión colonial estos concluyen, luego de listar una serie
de intervenciones imperialistas norteamericanas en el Caribe que AComo se puede ver de esta
lista, el imperialismo de los Estados Unidos, a diferencia de sus predecesores
Europeos, no comenzó con intenciones de construir un imperio colonial formal.@ (P. 30) En cierta medida, y
aunque mencionan que Puerto Rico es una anomalía dejan al lector con la impresión
de que los Estados Unidos andaba a ciegas y al tropezar se vio enredado en la
madeja imperial. El cuidado con el que
Elihu Root estudió los volúmenes de estudios conducidos por los antropólogos y
políticos Británicos en el proceso de construir una administración colonial
indica que las elites norteamericanas no tropezaron sino que sabían muy bien lo
que hacían. Elihu Root, como Trías Monge y otros revelan, fue quien
fundamentalmente orientó la construcción de la administración colonial en
Puerto Rico, sabía muy bien que los Estados Unidos no era la democracia que
sustentaba los principios democráticos contenidos en la Ordenanza del Noroeste
de 1787. Esta ordenanza establecía que todos los territorios adquiridos por los
Estados Unidos serían colocados en un proceso hacia su eventual admisión como
estados. Root escogió el modelo Británico, implícitamente reconociendo que los
Estados Unidos entraba a una nueva etapa imperial, el edificio que el construyo
en las Filipinas y Puerto Rico meramente lo formalizó y lo concretizo. Como
vemos en el trabajo de Cabranes y Jorge Duany en cierta medida los Estados
Unidos había puesto una verja alrededor de las áreas donde los ciudadanos
tendrían una ciudadanía de primera clase. Así, los Estados Unidos se
aprestaban, en caso de que conquistaran otros territorios, a no tener que
admitirlos en su unión. Es por esto que el sociólogo William Gram. Sumner de
Yale escribió el clásico articulo titulado ALa conquista de los Estados
Unidos por España.@ Obviamente, el carácter racializado
de los Estados Unidos no le permitía a los Estados Unidos incorporar a una
nación como Puerto Rico (o las Filipinas) con una cultura y población que los
Estados Unidos no podían Adigerir.@ Los debates en el congreso
sobre la disposición de las Aposesiones@ claramente indican que los
imperialistas tenían aspiraciones territoriales, pero también encontraron
oposición de los que veían como una contradicción el que una nación democrática
poseyera colonias.
Sin embargo este trabajo,
complejo y amplio ha logrado en gran medida escribir una historia de Puerto
Rico donde las dialécticas de raza, clase, género en su contexto político y
económico de forma no se desdibujan sinó que revelan la complejidad de nuestra
historia. Ayala y Bernabé integran los trabajos que sociólogos e historiadores
han hecho sobre la feminización de la mano de obra puertorriqueña, sobre el
desarrollo de las relaciones capitalistas de producción bajo la hegemonía
imperial norteamericana. Retan mitos que hemos cargado por muchos años que han
representado al imperio norteamericano como un ente topoderoso. Nos recuerdan,
por ejemplo, que aun cuando los inversionistas norteamericanos controlaron una
parte substancial de la industria azucarera, puertorriqueños y extranjeros
residentes en Puerto Rico aún controlaban la mayor parte de la producción
azucarera. También nos recuerdan y evidencian Ayala y Bernabé que el patrón de
concentración de la tierra en pocas manos es una herencia del sistema colonial
español, no un producto del imperialismo norteamericano.
Unos aspectos estimulantes del
análisis de la historia económica que nos ofrece este trabajo es la
recuperación de ciertos aspectos positivos del análisis económico marxista. Ha
sido un lugar común en muchos análisis históricos y económicos contemporáneos
el rechazar el análisis marxista in toto. El producto de este análisis
totalizador resulta en un proceso en el cual al querer cortar la maleza también
se descartan las plantas productivas. El concepto leninista de la fase
imperialista como una fase cualitativamente diferente del capitalismo se
recupera en algunos de sus aspectos.
Otro de los aspectos mejor
logrados por Ayala y Bernabé es la evaluación e interpretación de las bases
ideológicas del Aposibilismo@ de Luis Muñoz Marín. Los autores
nos proveen una explicación razonable del abandono de la independencia por
parte de Muñoz Marín que problematiza la idea de que este traicionó el ideal.
La realidad es que ya temprano en los años cuarenta Muñoz Marín había dejado de
creer en la independencia como un proyecto posible. Contrario a Don Pedro
Albizu Campos, Muñoz Marín no entendió que los Estados Unidos eran una nación
que no respondían a actitudes serviles de sus sujetos. Igual que los
estadistas, los autonomistas asumieron una posición de servilismo frente al
imperio que meramente re-afirmaba el paternalismo de los norteamericanos. Esta
idea del Aimperialismo bobo@ que permea el pensamiento
muñocista se ve claramente en la forma en que este presentaba un discurso en el
congreso y luego otro tipo de discurso en la isla. Esta falta de comprensión de
la naturaleza del imperio norteamericano ha contribuido a perpetuar la
situación colonial de Puerto Rico.
También la figura de Don Pedro
Albizu Campos recibe un análisis que rechaza los aspectos más negativos de los
libros de Luis Angel Ferrao y Gordon K. Lewis, donde ambos le aducen simpatías
con el fascismo. Se presentan documentos
primarios donde Albizu Campos rechaza el fascismo y el régimen nazi. Ayala y Bernabé contraponen la forma en que
Muñoz Marín y Albizu Campos construyen al sujeto puertorriqueño. Para Muñoz
Marín, el Boricua es un ser trágico al cual hay que ayudar de forma
paternalista, para Albizu Campos el puertorriqueño es un ser que quiere ser
sujeto de su historia. Pero tampoco este análisis deja de presentar los
aspectos conservadores de su ideología. El Albizu Campos que emerge de este
libro es un ser real, ni estigmatizado ni convertido en una deidad.
Pero uno de los aspectos mejor
logrados por este trabajo es su certera crítica de la corriente post-modernista
puertorriqueña. Resaltaré dos críticas realizadas por Ayala y Bernabé y las
compararé al análisis que hizo la intelectual filipina Delia D. Aguilar de
otras fuentes similares. Arturo Torrecilla y Carlos Gil, uno de los fundadores
de Postdata, escriben en sus textos que los sujetos de la
modernidad (proletarios) sustituyeron
viejos mitos por nuevos mitos. El mito nacionalista fue substituido por el mito
marxista de la heroica clase trabajadora. La nueva visión de mundo Apost@ encuentra a un nuevo chivo
expiatorio para explicar las derrotas sufridas por algunos movimientos sociales
en Puerto Rico. La huelga de los telefónicos se perdió por culpa de la
izquierda, según los editores de Bordes, otro proyecto post-modernista.
Para Juan Duchesne Winter la lucha de Vieques fue redundante, ya que la marina
se fué en el periodo establecido por la orden ejecutiva de Clinton. Dúchense
Winter reduce la lucha de los Viequenses a un espectáculo utilizado por los
populares para aunar los sentimientos nacionalistas en su proyecto electoral.
Este distorsionado análisis de la realidad puertorriqueña es producto de una
visión fragmentada de los procesos sociales. No conectar las dinámicas
económicas y geopolíticas del imperio norteamericano con el acontecer social en
Puerto Rico transforma el imperialismo en un Aimperialismo bobo.@ Si un presidente firmó una
orden ejecutiva entonces, )como pueden los boricuas
asegurarse de que la palabra no se convierta en letra muerta? Este análisis ignora
los que ocurría tras bastidores en los círculos de poder norteamericanos para
impedir el cierre de las bases navales en Puerto Rico. Los Estados Unidos han
firmado mas de 300 tratados con las naciones indígenas de Estados Unidos, y
firmaron el Tratado de Guadalupe-Hidalgo en 1848 con México y han violado todos
y cada uno de estos tratados. Lo que Duchesne Winter y los otros
post-modernistas proponían como estrategia era abstenerse de participar en
dichos procesos de apoyo.
Aguilar, en sus ensayo sobre
la necesidad de recuperar el análisis clasista en los estudios étnicos revela
como en los análisis post-modernistas de la conquista de las Filipinas se
termina en la absurda conclusión que los Filipinos son cómplices con los
colonizadores y estigmatizan a los nacionalistas como Anacionalistas-coloniales.@ Con una series de frases
inter-conexas desaparece la línea
divisoria entre colonizador y colonizado. Todos somos opresores. De la misma forma Ramón Grosfoguel y Juan
Duchesne Winter parecen sugerir que el
imperialismo se confronta con una estrategia de Aseducción.A Botar por la borda la economía política del
imperialismo los lleva a reducir los movimientos mundiales anti-imperialistas a
estrategias donde se intenta extraer concesiones de un Aimperialismo bobo.@ Como describe Aguilar en su
texto sobre las Filipinas, cuando los post-modernistas descartan mirar los
procesos macros (políticos, económicos etc.) con los micros (cotidianidad,
normas) terminan en un retorno a la alegórica
caverna de Platón. Kristin Hoganson es llevada por su análisis post-moderno a
argumentar que la conquista de las Filipinas se dio porque los Estados Unidos
quería recobrar su masculinidad perdida. Los blancos de clase media se habían
feminizado por las comodidades de la vida moderna por lo que se hacia necesario
llevarlos a las maniguas filipinas para Are-masculinizarlos.@
Finalmente, Ayala y Bernabé
sugieren una revisión a la estrategia de los Aestadistas radicales@ y en particular a la
propuesta de Grosfoguel de una lucha concertada con los movimientos sociales
norteamericanos para defender los derechos democráticos de los boricuas en
camino a la estadidad. Los autores de
esta historia mantienen un tono de
respeto intelectual a las ideas que critican en su texto. Incluyendo cuando dicen que hay aspectos
admirables en la propuesta de Grosfoguel de Aresistir la privatización
neoliberal y los cortes en las transferencias federales . . . Cualquier
descolonización de Puerto Rico debe demandar una Aindemnización histórica@ de los Estados Unidos para
reconstruir la economía de Puerto Rico . . . A y donde sugiere alianzas con
los movimientos sociales en los Estados Unidos. Lamentablemente no hay aspectos
admirables en esta propuesta, excepto que es una posición más progresista que la
que han asumido otros post-modernistas, como Dúchense Winter que inicialmente
terminaron apoyando la invasión de Afganistán.
Por lo menos se reconoce parcialmente el contexto de la economía
política del imperio. Pero la realidad
es que lo único novedoso de la propuesta de los Aradicales estadistas@ es que hablan de luchar en
concierto con los movimientos sociales en los Estados Unidos para lograr la
estadidad. Los independentistas puertorriqueños, con sus altas y sus bajas
siempre han tratado (a veces con menos ganas o posibilidades que en otras
ocasiones) de concertar sus luchas, no solo con los movimientos sociales en el
imperio, pero también a través del mundo. Aquí no hay nada nuevo.
Lamentablemente, la realidad
es que el aspecto racializado de la formación social norteamericana afecta aún
a los grupos progresistas norteamericanos. El daltonismo racial que afecta la
sociedad norteamericana también afecta la óptica de los movimientos sociales
estadounidenses. La creciente conciencia sobre el carácter imperial de los
Estados Unidos no incluye una creciente conciencia sobre el caso colonial de
Puerto Rico. Puerto Rico es aun invisible (por razones muy complejas) para los
liberales y la izquierda norteamericana. El creciente movimiento
anti-inmigrante enfrenta una creciente xenofobia y racismo representado en las
numerosas leyes locales que estigmatizan a los inmigrantes. También, el
racismo, representado por el reciente caso de los seis jóvenes negros
criminalizados en Jena, Louisiana indica que la clase dominante esta entrando
en una etapa de movilización. La reciente decisión de la corte suprema el 28 de
junio del 2007, que debilito la decisión anti-segregación de Brown v. Brown de
1954 augura un nuevo periodo de lucha. Pero concertar alianzas con los movimientos
sociales que están emergiendo para pedir la estadidad seria
contradictorio. Los profesores Ayala y
Bernabé nos demuestran que a veces el camino hacia el futuro implica recordar
donde estuvimos. Este trabajo será un clásico en la historiográfica puertorriqueña.
Esperamos que su edición en español (UPR) salga pronto.
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